42 hidromitos que debes desterrar sobre el agua

Las sociedades son dinámicas y están en proceso constantes de cambio y transformación. Las relaciones sociales entre las personas, igual, sea la sociedad que fuere. El pensamiento, las ideologías y la cultura no escapan a esta ley. Y nuestra relación con el agua y el medio ambiente, igual.

He estado leyendo “Aproximación a la problemática de la pervivencia de los hidromitos como principal obstáculo para avanzar hacia una nueva Cultura del Agua”, de Inés Masip Curto (2013), experta en Ciencias Ambientales, que confirma la evolución de las sociedades, las ideas y nuestro comportamiento social, pero tomando el agua como punto focal de su estudio.

Afirma que “El modelo de gestión que ha gobernado las políticas del agua y que hunde sus raíces en la Ilustración del siglo XVIII y el posterior Regeneracionismo de finales del XIX, ha estado fundamentado en la consideración del agua como un simple recurso al servicio del desarrollo económico para generar riqueza. Esta visión productivista, en la que no han tenido cabida las consideraciones ambientales, ha ido generando un pensamiento social en el que hablar de agua era hacerlo en términos de infraestructuras: embalses, presas, redes de canales, acequias, muros de defensa, escolleras, etc.”

Pensamiento que aún perdura en muchos países generalmente en vías de desarrollo o pobres con una carga tal de hidromitos que se resiste al cambio y dificultan enormemente la gestión moderna del agua. Masip sostiene que “Todo ello ha ido generando un modelo de pensamiento en el que la explotación del medioambiente ha conducido a un proceso agónico en el que poco a poco la sociedad ha asumido la degradación del medio natural y, en especial la degradación de los ríos (Y demás fuentes naturales de agua), como algo consustancial al progreso (…), la formación del pensamiento hidrológico ha estado condicionada, en cada momento, por las circunstancias económicas, sociales y culturales del entorno”.

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El poder detrás de los hidromitos

Y lamentablemente esta ignorancia es aprovechada por grandes potencias y grupos de poder haciendo usufructo de los recursos naturales fuera de sus fronteras, bajo la premisa que el agua es riqueza, dinero y poder. Y este mercantilismo se apoya en una opinión pública favorable, con raíces desde hace tres siglos, que es necesario cambiar con una nueva gestión, educación ambiental y cultura del agua.

El agua es mucho más que un simple recurso económico-productivo, es un concepto de vida y desarrollo global, posee valores ecosociales y demanda una gestión multidimensional, ecosistémica, holística y con profundo sentido humano. Los viejos y caducos hidromitos tienen que ser reemplazados por nuevos paradigmas, mentalidad y práctica ecosocial.

Entendemos por hidromito aquella idea errónea desde el punto de vista práctico, sobre algo relacionado con el agua, y que está ampliamente difundida entre el gran público e, incluso, entre gran parte de la comunidad científica y de la Administración Hidráulica, según plantea el investigador español Ramón Llamas (1931- 2021). Un mito es «cosa inventada por alguien que intenta hacerla pasar por verdad», según la Real Academia de la Lengua. Son falsos pensamientos, paradigmas, ideas y conceptos sobre el agua.

Luis Luján Cárdenas. Sociólogo y Periodista, Magíster en Administración, especialista en Comunicación para el Ecodesarrollo, articulista en diversos medios escritos de Perú.

Hidromitos que debemos desterrar de nuestra mente

  1. Nuestros recursos, nuestros ríos.

    Los ríos no son nuestros, son un patrimonio de la naturaleza que hemos recibido en herencia y debemos utilizar con el compromiso de conservarlos, cuidarlos y protegerlos, para que las futuras generaciones puedan disfrutar de ellos.

  2. El problema del agua.

    El problema es nuestro y, fundamentalmente, es un problema de gobernanza y del modelo socioeconómico vigente que, a todas luces, se muestra insostenible con la conservación del medio natural.

  3. La tecnología y la eficiencia resolverán el problema del agua.

    La tecnología y la eficiencia son dos cuestiones fundamentales de la nueva gobernanza del agua, junto con el ahorro y la conservación, pero no siempre son sinónimo de gestión sostenible y no siempre suponen un beneficio directo para los recursos hídricos y los ecosistemas.

  4. El agua es un recurso productivo del que hay que sacar provecho. No hacerlo es desperdiciarlo.

    El agua es un recurso natural renovable esencial para el mantenimiento de todas las formas de vida en la Tierra. La gestión del agua, como simple recurso económico-productivo, debe dar paso a la gestión ecosistémica, entendiendo que el agua y los ríos alimentan un complejo y dinámico ecosistema que alberga vida y produce servicios y beneficios para todos.

  5. El agua no puede ser un límite para seguir creciendo. El desarrollo requiere la explotación del medio hídrico.

    El desarrollo sostenible requiere conservación del medio hídrico. Si no adaptamos el desarrollo a la realidad hidrológica del territorio el agua siempre será insuficiente.

  6. Hay que ganar espacio urbanizable y, si es preciso, desviamos o tapamos el río.

    No debemos seguir creciendo a costa de perder patrimonios de naturaleza y de identidad del territorio, como son los ríos, verdaderos ecosistemas en peligro de extinción.

  7. No pasa nada si nos quedamos sin ríos.

    Si perdemos los ríos no sólo se pierden todas las formas de vida que dependen de ellos sino que, además, perdemos todos los servicios y beneficios que proporcionan a la sociedad: control natural de las inundaciones, depuración natural de las aguas, recarga de acuíferos, fertilización de las márgenes fluviales, aporte de nutrientes a las pesquerías, mantenimiento de deltas y playas, actividades lúdicas y recreativas, etc. También perdemos el alma del paisaje y todo un mundo de valores socioculturales y emocionales ligados a la vida e identidad de los territorios y las personas.

  8. Un río es un canal continuo por el que corre el agua.

    Un río es un corredor biológico, un ecosistema natural complejo y dinámico que alberga vida.

  9. Hay recursos hídricos abundantes, pero faltan embalses para almacenarlos. Necesitamos construir más embalses para almacenar más agua y asegurar el abastecimiento.

    No toda el agua existente en el medio natural debe estar disponible para el uso productivo. Debemos compartir el agua con los ríos y, en muchos casos, devolver el agua esquilmada durante muchos años. La disponibilidad de agua va a depender más de la gestión de la demanda, que, del incremento de la oferta, es decir de la construcción de más embalses

  10. La demanda es el motor de la gestión del agua.

    Las demandas, sobre todo si no están suficientemente justificadas, no pueden marcar el rumbo de las políticas de aguas. Es preciso conocer los requerimientos ambientales de las distintas masas de agua, y llegar a un equilibrio entre los usos productivos y los ambientales.

  11. El agua es mía.

    El agua y los ríos no entienden de fronteras. Es de todos y todos somos usufructuarios de un bien que la Naturaleza dispensa para utilizarlo de manera justa y sostenible.

  12. Agua para todo y para todos.

    Se debe garantizar el agua de calidad para el abastecimiento de todas las personas y siempre bajo parámetros de uso razonable que no supongan deterioro ni sobreexplotación. Agua para todos, SÍ, pero para todo NO.

  13. Agua y futuro.

    El futuro de la humanidad depende del futuro del agua y por lo tanto el gran reto que tiene la sociedad es conservar y proteger las fuentes de abastecimiento de agua dulce, los ecosistemas fluviales, y garantizar que todos los seres vivos tengan acceso al agua.

  14. El agua es un recurso escaso.

    El agua, no es escasa ni abundante. Es simplemente, la que es. La Tierra es el planeta del agua. Sus tres cuartas partes están formadas por agua. Hay suficiente agua dulce para satisfacer las necesidades de las personas, siempre y cuando preservemos su buen estado de salud.

  15. Los problemas de escasez de agua, sólo los resuelve la técnica.

    No todo lo resuelve la técnica. Es preciso conocer mejor el comportamiento de la naturaleza, sus ciclos, su devenir y sus pautas de comportamiento y, de esta manera, poder encajar en el puzzle nuestro modelo de desarrollo.

  16. En el mundo hay crisis del agua debido a problemas de escasez.

    De manera general, la escasez de agua no es física, sino que está condicionada por un comportamiento social e institucional que urge cambiar. El problema del agua no es tanto un problema de escasez hídrica, sino que fundamentalmente es un problema de mala gestión, de falta de instituciones competentes, de un exceso de burocracia, de corruptelas y de vicios adquiridos y, en algunos casos, de falta de inversiones.

  17. La gente se muere de sed, por falta de agua.

    La gente, normalmente, se muere por beber agua contaminada. La falta de agua potable y saneamientos dignos junto con la quiebra de la salud del medio hídrico, por la contaminación, es la principal causa que amenaza la vida de millones de personas en el mundo.

  18. La falta de agua dulce, de calidad, sólo es un problema de los países pobres y subdesarrollados.

    El problema de la contaminación del medio hídrico amenaza la disponibilidad de agua, también en los países desarrollados. Sólo tendremos suministros seguros y saludables si los ecosistemas fluviales gozan de buena salud.

  19. El agua es un recurso que está mal repartido.

    El agua es el recurso natural renovable más importante, pero ni es escasa, ni es abundante y tampoco está mal repartida. Es simplemente la que es y está donde tiene que estar, como el sol, las montañas, porque es el resultado de una serie de equilibrios planetarios, que alimentan el ciclo hidrológico y que no debemos alterar más allá de un determinado nivel que, en muchos casos, hemos sobrepasado amplia e irresponsablemente.

  20. Hay ríos a los que les sobra el agua y otros a los que les falta.

    A ningún río le sobra agua, como a nadie le sobra la salud. La diversidad eco-geográfica es algo natural propio de las características geoclimáticas del territorio a las que debemos adaptarnos para no quebrar la salud de los ecosistemas naturales. Si no nos adaptamos al territorio el agua siempre va a ser insuficiente.

  21. Las aguas de los ríos se pierden en el mar. Es un despilfarro natural que es preciso controlar.

    Ningún río pierde sus aguas en el mar. Los ríos son corredores fluviales que vertebran el territorio y sus aguas son el flujo vital que alimenta el rico y variado ecosistema fluvial desde la cabecera hasta la desembocadura, donde deben seguir llevando el agua, cargada de sedimentos y nutrientes, para el mantenimiento de las plataformas deltaicas.

  22. Resulta más caro realizar un buen mantenimiento de una red de abastecimiento, que sufragar el coste del agua perdida.

    Una buena cultura del uso del agua generalmente no va de la mano con el bajo precio del servicio de abastecimiento de agua. Este bajo coste invita al despilfarro y desde luego no anima a mejorar los sistemas de abastecimiento en los entornos urbanos, como tampoco a modernizar los sistemas de riego en el regadío.

  23. Con el paso del tiempo todo pozo se seca o se saliniza.

    Con una buena planificación y gestión, que regule los aprovechamientos de aguas subterráneas, no deben aparecer problemas de agotamiento de los acuíferos, especialmente, de los de mayor dimensión.

  24. Los trasvases son un principio fundamental de solidaridad entre las regiones.

    Los trasvases no son, en ningún caso, un baluarte de la solidaridad interregional porque no solucionan los problemas de fondo. Probablemente la raíz del problema de los trasvases no es exclusivamente de índole técnica, económica o hidrológica, es un problema fundamentalmente ético y de conciencia. Expoliar patrimonios fluviales en una región para satisfacer apetencias de agua en otras regiones, no es solidaridad.

  25. Las sequías son fenómenos extremos, que sólo se pueden solucionar con obras de emergencia.

    Los efectos de la temporalidad de las sequías, pueden mitigarse desde la planificación ordenada de los recursos hídricos y desde la correcta asignación de usos y disponibilidades de agua en el territorio y nunca, como se ha venido haciendo hasta ahora, desde la improvisación puntual con determinadas obras de emergencia. Hay que empezar a gestionar las sequías antes de que lleguen.

  26. ¿Por qué no hacemos con el agua lo mismo que con otros recursos naturales como el petróleo o el gas y la llevamos de donde sobra a dónde falta?

    El agua no es comparable al petróleo o el gas. El agua alimenta la vida y cumple una función de naturaleza, allí donde está, que la hacen única e insustituible. Sin agua no hay vida.

  27. Los ríos están torcidos y es preciso enderezarlos.

    Los ríos no están torcidos y, desde luego, no hay que enderezarlos. Son como son, dinámicos y complejos.

  28. Los embalses son buenos para los ríos por que los regulan y mantienen el caudal ecológico.

    Los embalses son una de las mayores afecciones medioambientales que sufren los ríos, amputando y fragmentando el cauce y alterando el régimen natural de caudales. Un río con un embalse deja de ser río.

  29. Hay que eliminar la vegetación de ribera porque sombrea las cosechas y afecta a la producción agrícola.

    Se debe conservar y proteger la vegetación de ribera. Cumple importantes funciones ambientales (estabilización de márgenes y riberas, mitigación de las crecidas, filtro verde, control de la escorrentía, pantalla natural contra fenómenos meteorológicos como viento y granizo, refugio de flora y fauna, espacio de biodiversidad y paisaje, etc.).

  30. No importa que contaminemos los ríos, las depuradoras se encargarán de descontaminarlos.

    Desde la concienciación y sensibilización ciudadana, debemos habituarnos a utilizar buenas prácticas en el hogar para frenar la contaminación de los ríos en origen. No utilizar los fregaderos y las tazas del baño, por ejemplo, como vertederos (sólidos, aceites, etc…), ayudará a mantener los ríos con vida. No hacer del río un basurero está en nuestras manos.

  31. Frente a la erosión fluvial, escolleras y muros de contención.

    La erosión fluvial, en origen, no es algo malo y perjudicial, que sea preciso controlar pertinentemente. Es un proceso natural, propio de la dinámica del río y por lo tanto las zonas de erosión cumplen funciones ambientales, como por ejemplo los encuevamientos de las orillas, que crean hábitats favorables para muchas especies. No se deben poner parches con piedras a cada punto de erosión fluvial.

  32. Las crecidas de los ríos y las inundaciones son una patología fluvial.

    Las inundaciones son un fenómeno natural de los ríos necesarias para el mantenimiento y buen funcionamiento del ecosistema fluvial. El río debe tener crecidas con regularidad por que forman parte de su dinámica y sirven para reconstruir el río a sí mismo. Lo mejor que sabe hacer un río es desbordar e inundar las márgenes fluviales. La inundación es buena para el río y para el mantenimiento del ecosistema fluvial: aporte de nutrientes y fertilización de la vega aluvial.

  33. Las inundaciones son catastróficas e imprevisibles.

    Más que hablar de inundaciones catastróficas deberíamos hablar de construcciones catastróficas. Si ocupamos los dominios del río, tarde o temprano, serán ocupados por las aguas. Las crecidas son fenómenos naturales previsibles. El conocimiento científico, avalado por ciencias como la Geología y la Hidrología, permite conocer con capacidad de previsión el dónde, cómo y cuándo de una inundación. Las inundaciones nunca podrán evitarse totalmente, para ello tendríamos que conseguir que no lloviera. Siempre habrá una inundación mayor que la anterior. Debemos convivir con los riesgos y mitigar sus efectos con la ordenación del territorio, asignación de usos del suelo compatibles con la inundación y el apoyo en sistemas de prevención y alerta hidrológica.

  34. Las llanuras de inundación son espacios llanos para construir.

    La vocación natural de las llanuras de inundación es albergar las crecidas de los ríos y laminar, de manera natural, la inundación. Los usos del suelo en estas áreas propensas a ser inundadas con cierta periodicidad, deben ser compatibles con la inundación.

  35. Restaurar un río es hacer un parque fluvial.

    Restaurar un río debe contribuir a mejorar su estado ecológico del tramo afectado y del conjunto del ecosistema fluvial. Restaurar un río debe suponer, en primer lugar, la eliminación de presiones que generan impactos para permitir que el río se reconstruya y regenere por sí mismo, para lo que es preciso dotarlo de más espacio lateral, de más territorio fluvial.

  36. Para mejorar la calidad ecológica de un río basta con mejorar el estado y la calidad de sus aguas.

    Mejorar la calidad físico-química de las aguas de un río es importante, pero también lo son componentes como la hidromorfología, la vegetación de ribera, etc.

  37. Se debe proteger un río sólo si existe alguna especie emblemática o en peligro de extinción.

    La protección de un río o tramo de río debe ir más allá de que tenga una determinada especie, objeto de protección. Siendo ello de gran interés, la protección de los ríos debe tener como objetivo la salvaguarda de todas sus funciones y valores ambientales, geomorfológicos, paisajísticos, escénicos, lúdicos, y socio-culturales.

  38. La falta de regadío obliga al abandono de las zonas rurales.

    En la mayoría de los casos, es la presión urbanística la que lleva al abandono de las explotaciones rurales por que se paga más por el suelo. Con ello, se está perdiendo tejido rural y paisaje y no es precisamente por la falta de regadío sino por el galopante y desmedido desarrollo urbano, especialmente el de baja densidad. El regadío no puede ser la “tabla de salvación” a los problemas del mundo rural, máxime si ello supone dar una vuelta de tuerca más a los ríos. El reto no es tanto la modernización del regadío, sino la reconversión del sector agrario, lo mismo que en su día se hizo con el sector industrial.

  39. La eficiencia y modernización de los regadíos es la clave para mejorar el estado ecológico de los ríos.

    Para que la eficiencia y la modernización de los regadíos sirva para mejorar la salud ambiental de los ríos es condición indispensable que contribuyan a disminuir la presión sobre los ríos. Mientras no existan, por parte de los regantes, compromisos de reducción de las concesiones de agua, que garanticen la liberación de los recursos generados por el aumento de la eficiencia, nada cambiará y la eficiencia y modernización no supondrán que los ríos lleven más agua.

  40. Las obras de interés general, nos benefician a todos.

    Es un concepto que es preciso revisar. Ha sido y sigue siendo el eslogan utilizado por la Administración para financiar, con cargo a los presupuestos generales del estado, obras que pagamos todos y no quienes se van a beneficiar directamente de ellas, como debiera ser. Detrás suele esconderse el interés de unos pocos, generalmente los beneficiarios de tales obras y, muy especialmente, quienes las construyen.

  41. La gestión del agua es cosa de los expertos.

    La gestión del agua ha dejado de ser asunto propio y único de los expertos y tecnócratas. La gestión del agua debe abrirse a la sociedad y estar presidida por la transparencia y la participación ciudadana. La gestión del agua es cosa de todos.

  42. En la gestión del agua sólo deben opinar las “partes interesadas”, es decir quienes tienen una concesión de uso de agua.

    Quienes tienen una concesión de uso de agua no tienen la exclusividad de la gestión que, a partir de ahora debe ser más participativa, social y democrática y tener cabida todos los sectores de la sociedad.

Fuente: iAgua | Luis Luján Cárdenas

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Hidromitos

La presidenta de la Fundación Nueva Cultura del Agua, Nuria Hernández Mora, desmontó lo que denomina ‘hidromitos’, tópicos erróneos y leyendas sobre el agua “generados de forma interesada”, como los que dicen que el agua se pierde en el mar, que son necesarios más embalses frente a la sequía o que el líquido elemento es gratis.

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